jueves, 4 de febrero de 2016

Un pueblo que sufre a causa de lo normal
Jesús Galea
Es hora de almorzar. El sol tiene hambre y se coloca en el centro del cielo activando sus rayos ultravioletas para llamar la atención en pleno mediodía sobre el centro de un pueblo obstinado de gritos, motos, groserías, maleducados, tranquilos, diplomáticos, mesurados, entre otros. El vigilante del mercado predispuesto a pelear con cada una de las personas que hacen la fila para adquirir un producto que es de primera necesidad y que en Venezuela implica una búsqueda sudorosa y angustiosa. La cola está llena de varios perfiles psicológicos.
 El que duerme en las noches pensando en lo que comprará al día siguiente. El que pernocta afuera del mercado para ser uno de los primeros cuando aparezca el alba. El que va pasando, ve la fila y recuerda que debe comprar ese alimento que trajo el camión más espero por el centenar de personas que esperan allí por horas que parecen eternas. También está el que planifica un día antes qué comprará y a cuánto lo revenderá (el llamado Bachaquero). En la fila está, además, el que se siente mal de salud, pero hace su cola para poder tener qué comer, arriesgándose a que lo agredan en el momento en que explote la frustración y el desespero de la gente. Otros que no hacen colas, pero están en su derecho de no hacerlo, prefieren pagar dos o tres veces más por un producto (BÁSICO), esto no nos hace diferentes, no nos convierte en enemigos, a pesar de que se pelea mucho como si fuésemos primitivos, sacando desde lo más profundo de nuestro ser, lo que el Psicoanalista Freud llamó el “Ello”.
Dos horas más tarde. El vigilante alterado y la larga cola ardiendo en las llamas de la ira, contando el dinero y sacando del bolsillo la paciencia que les queda. Las expectativas de la gente aumentan aceleradamente, ¿qué llegará? ¿Ya viene el camión? Soy el número 400, ¿pero llegaré a tiempo para comprar algo?
Son las 6:00 pm. Pasan las horas y salen los individuos con sus productos. Luego de una afanosa y aporreada faena el vigilante del mercado llega a su hogar estresado, hostil y cansado. Incluso así, se prepara para el día siguiente ser él quien salga a hacer cola.

Asimismo, esa larga fila de gente que lleva en sus caras una realidad, cada uno su propia historia, sus propios argumentos, pero hay un motivo en el que convergen todas las realidades y en la que estamos de acuerdo: todos tenemos razón en que no nos guste esta situación que no es normal. No se debe calificar de “normal” una crisis económica como esta. No es la fábula de “Guerra Económica” según los chavistas, creada por la oposición, ¿cómo culpar a quien no tiene la culpa? Si el Banco Central de Venezuela, Cencoex, Pdvsa y otros entes financieros, están en manos del gobierno, entonces, ¿quién protagoniza la “Guerra Económica”? En fin, no hay que acostumbrarse a algo que no es normal.

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