jueves, 21 de enero de 2016

Recuerdos que causan nostalgia
Jesús Galea
Hollywood ha prostituido el verdadero amor, el tema de la parejita inusitada  que son “felices para siempre”. Un brindis por aquellas personas que en una relación entregan lo mejor de sí y se afanan por corregir y mejorar cualquier escollo. Pero, ¿qué se siente cuando esas personas son separadas por factores externos que escapan de sus manos? Como por ejemplo: la distancia. Se acaba el “érase una vez”.
            En este sentido, las relaciones interrumpidas por la distancia, nadan con esfuerzo en una arena movediza; no es lo mismo que la ira, el engaño, las diferencias o el desamor sean los causantes de una separación, pero cuando la culpa recae en motivos que te atan de pies y manos, es dolorosa su despedida. Y las historias de amor, quedan en eso… recuerdos que causan nostalgia.
            Suelen abrazar momentos, imágenes, alegrías, discusiones y pasiones, de alguna manera eso les genera la esperanza de un reencuentro donde no exista tiempo, pesimismos o lágrimas cargadas de dolor, sino que impere la sensibilidad, las ganas, el ímpetu. Que ante todo, predomine lo que viene del alma, lo real, lo honesto, lo duradero.
            De este modo, aunque un mar Caribe interfiera entre dos almas, no hay distancia que prohíba una posible cercanía, ya sea emocional o física. No obstante, la intención de este texto no es mantener una relación a distancia, pero sí a no juzgarla o ignorar el hecho de haya una esperanza. Todo tiene un fin, es doloroso pero cierto, sin embargo el esforzarse por agotar las posibilidades, nunca será en vano.
            ¿Y si no se reencuentran? ¿Y si kilómetros, millas, un océano o un continente pueden más? Pues, quedará la experiencia, la satisfacción de haberlo intentado. Quedarán los recuerdos que causan nostalgia.

Si conversaras con Platón acerca de su ideal del amor o te concentraras diariamente a leer Cantar de los cantares, creo que encontrarías un aliento que te incite con vehemencia a intentarlo nuevamente, a buscar ese reencuentro o un nuevo amor. La realidad en temas de distancia es relativa, pero no se puede dejar a un lado que esas almas sí pueden volver a sentirse.

martes, 12 de enero de 2016

Juventud, vanidad y siglo XXI
Los sentimientos desmesurados de aquellos jóvenes en edad comprendida usualmente entre 12 y 20 años, giran en derredor de la vanidad, de las decisiones desbocadas y deseos descontrolados que actualmente se perciben en la calle, en la universidad y principalmente en el hogar. Cabe acotar que no son todos irracionalmente apresurados en sus pasiones, pero existe una mayoría que, efectivamente, vagan en su interior. Dichas emociones muestran la vaciedad de quienes actúan de esta manera tan desbordada y si lo hacen desde lo familiar, que es el primer sistema de socialización, pues, lo harán así en todo ámbito.
            Esta apreciación de la juventud, nace de lo que veo y escucho abundantemente en diversos escenarios de la vida. La carne toma el control de la mente y las vísceras se apoderan del verdadero sentimiento del corazón. Surgen relaciones de parejas con terceras personas. Hablan, hablan y hablan, con tan poco sentido de cada palabra que sale sus bocas. Planes para los fines de semanas, pero pocas metas en su vida personal. Crecen de la mano con apariencia, pero espiritualmente declinan. Creen en Dios, pero no le obedecen. Muchas fotos, pocos libros. ¿Por qué ocurre esto? ¿Qué deberíamos hacer? Pues, estas líneas no son un listado de preceptos que te llevarán a la perfección, pero sí es una invitación a reflexionar. Esto ocurre, según la psicóloga Marta Andrade, por la falta aceptación, lo que se traduce en que se busca ser aceptado por determinados grupos que nunca resultan ser los más apropiados.
            En este sentido, recurro a la frase de Sócrates cuando dijo: “conócete a ti mismo”,  es decir, piensa en lo que haces, en lo que dices y en lo que eres, apelando a dicha expresión de este filósofo helénico, nos podemos dar cuenta de lo oportuna que resulta en nuestra época. Asimismo, el excelentísimo sabio Salomón, dijo en sus conclusiones: “alégrate, joven en tu juventud (…) acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud.” (Ec. 11:9. Y 12:1). Considero que estarían un poco ofuscados si vivieran en este siglo.
De esta manera, la vida de un joven no debería consistir en lo efímero, lo vago y lo desintegrado que pueda ser en sus valores, sino en lo íntegro que sea en su modo pensar, de obrar. ¿No son los deseos del cuerpo y los pensamientos ociosos y nocivos los que ocasionan envidia, contiendas y egoísmo? Claramente, sí. Me ataca la decepción cuando conozco a jóvenes desenfrenados y me abraza el regocijo en tanto conozco a quienes les importa crecer espiritual, intelectual y personalmente. Que aman la luna, que prefieren momentos y no regalos, que hablen de lo que no se ve, que lean literatura, que jueguen a ser desconocidos, que salgan de la monotonía, que dejen huellas, que dejen palabras. La vida pasa, todo lo aparente desaparece. Es por esto, que la necesidad de analizar lo que hacemos se ha convertido en la carencia de algunos en el siglo XXI.